Es el momento del año que a ellos más les gusta. Juegan, corren, nadan, se zambullen en la pileta y en el mar con todo ese desenfreno que los hace únicos.
Los chicos disfrutan del verano como nadie, pero para que todo ese disfrute evite efectos irremediables en su piel, las madres debemos estar atentas a ese gigante que está presente durante todo el día, el sol.
Las características especiales de la piel infantil hacen que la prevención ante las exposiciones solares sea absolutamente vital para que en el futuro los niños no tengan que pagar una factura muy alta.
Hasta cumplir los doce años, la piel sufre lo que los especialistas denominan “inmadurez cutánea”, por lo que está incapacitada para cumplir con todas sus labores de autoprotección.
El déficit de algunos componentes de los que sí poseen los más grandes son los que hacen que la piel de los niños sea infinitamente más sensible a las radiaciones de los rayos Ultravioleta (UVA y UVB), así como a las radiaciones de infrarrojos, responsables de las reacciones de hipertermia.
La piel de los niños es además más fina y la secreción sudoral que contribuye a la detoxificación del organismo y a la regulación térmica, es irregular. Por todo esto se comprueba que el sol puede resultar excesivamente dañino para la piel de los más pequeños.
La recomendación es utilizar protectores solares específicos para niños. Un factor de protección 30 es suficiente para los niños de piel morena y superior a 40 para los niños rubios y muy blancos. Si el pequeño tiene la piel sensible, necesita un fotoprotector especial y además debe llevar un gorro y una camiseta incluso cuando se está bañando.
Si aún tenés dudas sobre el cuidado de la piel de tus hijos preguntá a tu médico dermatólogo acerca de cuál es la protección más adecuada para la piel del niño.